domingo, 18 de julio de 2010

Invocando a dioses e insectos

La inconsciencia ha devuelto
a Caronte la nao de otros tiempos
que subyugada bajo su mando
acarrea de nuevo a los muertos.

Deidades depuestas
de sólios inverosímiles
aguardan en el átrio
de las oportunidades que se perdieron.


Doloroso eco de palabras nunca pronunciadas
y de otras erradas, de instantes malogrados,
e historias en suspenso,
infancia e inexperiencia hermanadas,
palos de ciego sumiéndonos en el lodo.

Todas las veces que quise y no supe
y todas las que viniste y no entendí
revolotean como lo hicieran antaño
burlándose de mi frustración.

Cuando astado de ira y dolor
embestiste mi alma
en tu postrera acometida
nuestros cadáveres Estigia vadearon
el mío inmediato, el tuyo aplazado
sembrando la desolación a su paso,
y aquel beso, que te esperaba,
finó en un rincón de mi memoria
cuna de resentimientos baldíos.

Y vuelvo a soñarte en vigilia
idolatrando recuerdos mezclados
en el cenit de mi existencia,
hoy que percibo descarnados pasos
acercándose lentamente a mi lado.

Y pretendo hallarte en viejos cuadernos
en los que plasmé sentimientos,
y arrastrándome por las calles,
invadidas por un presente mutante,
te acecho donde ya no estás
y donde nunca has estado
acosando tu sombra inexistente
percibiendo mi autoengaño.
Consciente de que cuando ya no sepa discernir
la realidad de lo que invento
Tlazolteotl habrá hallado su momento.

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